Inici \ Blanquerna \ Fets i temes \ La tesi doctoral de Masabeu
Portada de la publicació de la tesi doctoral de Josep Masabeu, a càrrec de l'Associació Blanquerna.
El pedagog i activista social Josep Masabeu Tierno, nascut a Sabadell l'any 1952.
El periodista i antic alumne de Blanquerna, Llorenç Gomis Sanahuja (1924-2005)
Una tesis sobre Blanquerna, de Llorenç Gomis
Manuel Adroer Iglesias, presidente de la Associació Blanquerna, me hace llegar el libro “Alexandre Galí i la Mútua Escolar Blanquerna”. La obra recoge la tesis doctoral que el autor, Josep Masabeu, dedicó al tema y que fue premiada con ocasión del centenario de Alexandre Galí, el pedagogo que estuvo al frente de la escuela a lo largo de toda su historia: entre 1924 y 1939. El prólogo es de Antoni M. Badia i Margarit, que presidió el tribunal de tesis y conoce la escuela como alumno que fue de ella desde el principio hasta 1937. Cuenta Badia su temor al enfrentarse con la tesis. ¡Es tan distinto de lo vivido lo qúe se saca de papeles y documentos o a lo más del testimonio de algunos protagonistas! Bien lo sabemos, añade, los que nos encontramos dentro de la guerra del 36 al 39 y ahora leemos libros, artículos y reportajes sobre ella.
Por eso resulta tanto más meritorio el trabajo ingente de reconstrucción, documentación y articulación que ha realizado Masabeu. Su paciente labor rectifica incluso la memoria de su fuente principal, el propio Galí, cuyos testimonios escritos permiten por otra parte confrontar lo que se veía con lo que pensaba de ello el principal inspirador de la tarea. Como dice Badia, Masabeu ha conseguido que los papeles hablen. Y que, al hablar, hagan pensar. Uuna cosa es el recuerdo infantil y otra la reconstrucción documentada.
A mí el libro de Masabeu me ha descubierto cosas y me ha hecho ver mejor otras. La historia de Blanquerna —el nombre lo sugirió un mutualista entusiasta de Llull, que invocó la sugestión de la novela pedagógica del beato mallorquín y la ventaja de que la palabra valía lo mismo en catalán que en castellano— ilustra las oscilaciones del catalanismo social entre lo público y lo privado. Galí y muchos de sus colaboradores procedían de las instituciones de la Mancomunidad. El limitado poder de una mancomunidad de diputaciones había permitido emprender una gran obra cultural y mantener con dinero público el trabajo de una red de colaboradores entusiastas. Cuando viene la dictadura y algunos prohombres se convencen de que el general Primo de Rivera no era el dictador procatalán que esperaban, hay que continuar la navegación en otro medio, la iniciativa privada.
Galí busca colaboradores en los padres. Quiere que los padres se conviertan en empresarios de la escuela de sus hijos y nace la Mútua Escolar Blanquerna. Es una escúela de pago y no barata. Pero entre los mutualistas escasean los potentados y ábundan en cambio los profesionales. La vida económica de la, mutua no será boyante y llega con apuros a resolver sus problemas más acuciantes pocos días antes de estallar la guerra civil, pero consigue levantar un edificio nuevo para la escuela en la Vía Augusta. Con la caída de la dictadura, han vuelto las vacilaciones entre lo privado ylo público. Hay reuniones y se consulta a Cambó la alternativa. Cambó desconfía de que una corporación oficial —“que qualsevol dia pot caure en males mans”— se apodere de la obra. “Jo temo molt que al perdre el carácter de Mútua de pares de família que avui té perdi molt en eficácia”, escribe, y recuerda que duranlte la dictadura habían sido las instituciones privadas las que habían salvado la “espiritualitat catalana”. Al fin, se decide continuar como mutua y obtener subvenciones de las instituciones públicas.
La escuela, que tiene una bandera con tres anillos olímpicos que simbolizan las tres secciones escolares, es un proyecto optimista, casi un sueño. Los padres ponen a sus hijos en manos de un pedagogo. Hay que recordar el aura de los pedagogos en la época. Un pedagogo era más que un maestro y muchas veces no era maestro (Pau Vila, el propio.Galí). El pedagogo arbitra las disputas entre profesores y alumnos, padres y maestros y organiza una escuela de elite para una sociedad que, por desgracia, se parece muy poco a la que van a encontrar casi enseguida. Una escuela catalanista, católica, liberal, democrática, burguesa, confiada en las virtudes de la nueva pedagogía, va a toparse de pronto nada menos que con una guerra civil. La mutua de padres ve la éscuela incautada por los poderes públicos. Deja de ser una escuela privada y la amistad de Galí con Ventura Gassol salva la continuidad de la institución hasta obtiene para su director un margen de autonomía mayor. La Mútua Escolar Blanquemna se ha convertido en la Escola Blanquerna de la Generalitat de Catalunya.
Ésta ha sido para mí una de las sorpresas del estudio. Yo, a través de mi memoria de pequeño, tenía como modelo de escuela, como proyecto auténtico, la escuela que conocí entme el 32 y el 36. Del libro de Masabeu se desprende que eso no era más que un compromiso entre las ideas de GaIí y las normas de las autoridades de la enseñanza en la República: Galí era tenido como “de derechas” por los dirigentes de la Esquerra y además no congeniaba nada con Joaquim Xirau. El, por su parte, era muy critico de la influencia de la Institución Libre de Enseñanza y de la propensión de sus colegas a traducir simplemente al catalán los proyectos docentes que venían de Madrid. ¿En qué medida se debía a esos compromisos obligados lo que yo consideraba un modelo de equilibrio en la escuela de aquella época? Convivían tranquilamente la historia de Cataluña de Ferrán Soldevila con la de España de Antonio Jaén y mis modelos de prosa procedían a la vez del entusiasmo con que una profesora nos invitaba a leer el «Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez y de la versión catalana que Josep Carner hizo del "Picwic" de Dickens, cuyos tres tomos por aquellos años leí media docena de veces. La escuela Blanquerna de la guerra acentuó, es cierto, su carácter de isla o de oasis en contraste con la realidad que la circundaba. Los padres habían perdido su instrumento legal en la escuela y muchos quizá habían perdido también su interés por las innovaciones pedagógicas. Bastantes alumnos desaparecieron de la escuela al acompañar a sus padres en un obligado exilio. Mosén Riera, profesor de religión, y el señor García Alsina, profesor de gimnasia, habían sido asesinados en agosto del 36. El alumnado subió de unos seiscientos a unos novecientos y pronto mil. Unos venían de colegios religiosos y se acogían al carácter de oasis de la escuela. Bastantes los encontré después de la guerra en los jesuitas de Sarriá. Tampoco faltaban alumnos cuyos padres, catalanistas de sectores menos burgueses que los antiguos, emprenderían al terminar la guerra otro exilio. Era una escuela de convivencia en un país sin convivencia. Fuera de la escuela mandaban en realidad primero los anarquistas de la FAI y luego los comunistas y aliados qué controlaban el republicanismo del gobierno central instalado en Barcelona. Blanquerna y su director prolongaban su sueño pedagógico y lograban el nuevo milagro de una convivencia amable entre chicos de familias que vivían historias bien distintas. La gran serenidad de la guerra en el recinto de la escuela se debió sobre todo, a mi entender, a la categoría de las señoritas que, con la coeducación extendida y las angustias de los profesores movilizados o huidos, se convirtieron de pedagogas asociadas y más a mano que el propio director, como es natural. La lista de nombres tendría que ser larga. Yo recuerdo el entusiasmo adolescente con que escribía entonces el elogio de las señoritas Vandellós y Martí, una rubia y la otra morena, una equilibrada y serena, la otra entusiasta y estimulante.
La guerra terminaba entretanto. El señor Galí nos, reunía y nos leía- unas páginas del Evangelio. Era una despedida, un legado, un viático. También se despedía de los profesores. “Jo m’en vaig. Amb els rojos el Catalanisme m’ha salvat; en canvi, amb els nacionals, la Creu no será suficient per salvar-me” El 21 de enero fue el último día de clase. Galí salió para el exilio. Tras la entrada de las tropas nacionales algunos mutualistas se aprestan a recuperar su escuela. El señor Llongueras, profesor de música, y otros hacen gestiones. Se anima a Jordi Maragall Noble a que se haga cargo de la dirección. Pero Blanquerna, incautada por la Generalitat, es ahora incautada a su vez por los nacionales. Y no se trata de una pura cuestión jurídica. Como dice el señor Carner, profesor de la escuela, “el Blanquema tenia un historial cristià, demócrata, liberal i català cent per cent, que, no s’adeia en cap dels extremismes en pugna”.
Y no se trataba sólo de las instrucciones que venían de Burgos. En la propia burguesía catalana se impulsaba una “revisión de conductas”. Habían de pasar algunos años para que el señor Galí, que había vuelto en 1943 del destierro, volviera a asesorar discretamente a antiguos alumnos o profesores o a otras personas con deseos de aprovechar la experiencia de Blanquerna para abrir escuelas como Talitha, Costa i Llobera, Sant Gregori, Santa Anna. Mi mujer y yó llevamos a nuestras hijas a Santa Anna, que dirigía Roser Soliguer, antigua alumna de Blanquerna casada con otro antiguo alumno, el filósofo Jaume Bofill. Allá estaban también hijas de personas diversas y semejantes como Jordi Pujol y Alfonso Carlos Comín. Era otra vez el turno de la iniciativa privada. Y la historia continuaba. Respeto, confianza, responsabilidad, libertad, eran las palabras clave de Blanquerna y del señor Galí. Los antiguos alumnos han cumplido setenta, sesenta y cinco, sesenta años. Se siguen reuniendo. En mi curso la mayoría está ya jubilada y, por no estarlo tanto y trabajar en un diario, no puedo acudir a las convocatorias vespertinas en el estudio de Montserrat Sagarra. Pero hemos celebrado los cincuenta, los sesenta años de la escuela, el centenario del señor Galí y ahora la salida de una tesis doctoral sobre aquella escuela que medio siglo después vemos todavía abierta.
Transcripció íntegra de l'article de Llorenç Gomis publicat al diari La Vanguardia (p. 17) del dilluns 29 de gener de 1990.